jueves, 30 de noviembre de 2017

La baja autoestima y como erradicarla (del mundo)

Digo, sin mucha presunción, que acabo de hacer el descubrimiento más grande de mi carrera y mi vida. Quizás sea algo que todo el mundo sabía menos yo, me da igual. Me acabo de curar, sólo con entender su mecanismo, de una grave enfermedad, y quiero compartir contigo este conocimiento. Si ya lo sabías, perdón por robar tu tiempo. Si no, de nada. Espero que te ayude. Te voy a contar por qué tienes baja autoestima, y por qué la provocas en los demás. Lee.



Somos animales sociales. Vivimos en manadas organizadas jerárquicamente, en las que un ser humano domina a los demás y los otros ocupan puestos sucesivos, cada uno buscando su puesto en la escalera que lleva desde el más fuerte (energéticamente) hasta el más débil.

Sabemos, la antropología y la psicología nos lo enseñan, que  el nivel de dominancia guarda una relación directa entre el nivel de testosterona (a más cantidad, más seguridad y confianza y deseo de liderar) e inversa con el de cortisona (la hormona del estrés y la tensión, cuanto menos se tiene, más tranquila es una persona). Así, el líder de la manada será un miembro de la tribu con un elevado nivel de una y un bajo nivel de otra.

También sabemos, hay experimentos que lo demuestran, que nuestra propia actitud vital y corporal (determinadas por nuestra propia imagen de nosotros mismos) afectan a nuestros niveles de estas hormonas de manera determinante. Bastan dos minutos de estar en actitudes físicas de dominancia para elevar los niveles de testosterona y reducir el cortisol y a la inversa, una actitud sumisa tiene el efecto contrario sobre ambas.

Ahora viene cuando la matan: este mecanismo se combina perfectamente (sin duda nos hemos seleccionado evolutivamente para ello, porque así funcionábamos mejor como manadas de primates) para lograr un efecto grupal tremendamente eficaz. Cuando un humano (cualquier mamífero superior, supongo) se siente líder, su testosterona sube y su cortisona baja. Adopta actitudes dominantes tanto en su postura como en su comportamiento, y encuentra un placer y un bienestar en esa situación que le hace desear continuar en ese puesto. Para ello, somete activamente a los demás. Se asegura de que el resto de la manada sea sumiso con sutiles señales. Los lobos (todos los mamíferos sociales) comen en orden, primero el jefe, luego el segundo, etc. Eligen hembras o machos en orden. Eligen el mejor sitio para dormir, el mejor territorio… todo en orden jerárquico. Así, cada segundo de convivencia se convierte en un recordatorio constante para cada uno del lugar que ocupa, y nuestro propio conocimiento de ese lugar nos obliga a adaptarnos. Si tengo que ser sumiso porque otro es más fuerte, mis hormonas y mecanismos psicológicos me ayudan a sentirme más débil y pequeño y, así evito estar peleando constantemente y, quizás (aquí viene la selección natural) eso contribuye a mantenerme vivo y sano (porque el jefe no me ataca o mata).

En mis clases de teatro lo veo constantemente: diría que el 90% de los problemas personales y artísticos que veo en todas las personas de mi entorno tienen que ver, de una manera u otra, con un bajo nivel de autoestima. La vergüenza, el miedo, la inseguridad, la incapacidad de tomar decisiones, la dificultad para mostrarme vulnerable o cruel, la imposibilidad de reaccionar más o menos agresivamente para marcar los límites que me defenderían de la dominancia de los demás, la falta de fe en mis propias capacidades, el bulling, las agresiones sexuales, la violencia de género… La lista es eterna. Así que he pensado, ¿cómo es posible que tantas personas tengan algo que está mal? Porque no es casualidad. Porque la baja autoestima no es aleatoria, no es un catarro ni una lacra genética ni una inadaptación: es un mecanismo de control que todos fomentamos continuamente.

Sí, amiguetes, somos todos culpables y víctimas de un mecanismo de gestión de la jerarquía que consiste en que ACTIVAMENTE (consciente o inconscientemente, es otra cuestión) nos pasamos cada segundo de interacción social con nuestros congéneres luchando por leer nuestra posición en la manada y, esto es lo terrible, intentando dominar a los demás por mil vías sutiles (o no). Así, todos contribuimos a la baja autoestima de los demás. ¿Qué hacen los padres para educar y proteger a sus cachorros? Dominarles. Controlarles. Someterles. Bajar su autoestima. ¿Qué hacen los compañeros de clase con el que sobresale de cualquier manera, por arriba o por abajo? Machacar su autoestima para hacerle menos dominante (si no le domino yo, lo hará él) y alimentarnos de su sumisión para sentirnos nosotros más dominantes.

La buena noticia: ahora lo sabes. Ahora sabes el papel que estás jugando en la vida de los demás y el que los demás están jugando en tu vida. Ahora ves el mecanismo y puedes darte cuenta de lo cabrón que has sido toda tu vida y lo crueles que los demás han sido contigo, y sobre todo sabes por qué lo has y lo han hecho. Así que, por un lado, puedes perdonarte tranquilamente por tu parte de culpa y puedes perdonar a los demás por la suya: todos nos hemos comportado como el animal que somos.

La noticia mejor: somos algo más que un animal instintivo. Puedes adaptarte. Puedes mejorar. Puedes proponer tu imagen de ti mismo, olvidar lo que los demás piensan de ti (ahora sabes por qué te importaba) y decidir ser un líder tranquilo de tu propia y única manda. Y cuando lo consigas, cuando te sientas líder (prueba sencillamente a adoptar actitudes físicas de liderazgo: sonríe, levanta la cabeza, abre tus brazos, mírate con cariño en el espejo, olvida los patrones sociales de belleza (otro mecanismo de sumisión)) intenta dejar de dominar a los demás. Esfuérzate por reforzar a los que te rodean.

¿Qué pasaría si, desde este mismo minuto, perdiéramos todos en un instante el miedo a ser dominados, a ser pequeños, dejáramos de querer ser grandes, y nos limitáramos a amar a los que nos rodean sin juzgarles? ¿Qué pasaría si empezaras, ahora mismo, a subir tu autoestima y a dejar de bajar la de los demás? ¿No es posible que los demás sean tan valientes como tú y demos por fin el salto que nos falta como especie?

Me pregunto cuantas peleas, agresiones, guerras, miedos, tensiones, ansiedades, depresiones, vergüenzas, odios y ascos, racismos, homofobias… cuanta mierda podría terminar dentro de diez minutos en el mundo si la baja autoestima y la necesidad de dominar desapareciera. Y, de algún modo, quizás, infantil, me parece que es posible. Que podría pasar. Una oleada de paz y amor puede empezar en este instante partiendo de ti y de los demás.


Reíos de mí si necesitáis subir vuestra autoestima. Yo intentaré no hacerlo.

Gracias, María Marín, por los conocimientos psicológicos que me llevaron a entender el mecanismo. Gracias, Ana Brau, por dar junto a mí pasos valientes en el descubrimiento de mucho de lo que aquí he plasmado: sin ti no sabría tanto de mí.

1 comentario: