lunes, 6 de marzo de 2017

Teatro: no lo desmontes si no lo sabes montar

En todo arte suele haber, simplificando hasta el absurdo, dos corrientes contrapuestas: la de aquellos que estudian las técnicas ya conocidas (llamémoslas clásicas) vs. las de aquellas que quieren hacerlas avanzar explorando territorios inexplorados en cualquier ámbito (temas, técnicas, etc.). A efectos de esta conversación, las llamaremos, si te parece, experimentales.

Moverse en una de estas corrientes, desarrollarse como artista a su amparo, tiene ventajas y desventajas entre las que debemos escoger.



Conocer y manejar las técnicas clásicas de cualquier arte exige tiempo y esfuerzo (personas mejores que tú las desarrollaron y lo que ahora puedes aprender es la suma de muchos talentos). La innovación, por otro lado, exige valor, es más expuesto. Si trabajo y aprendo las técnicas del teatro textual (considerado ahora clásico, sea cual sea su temática y coordenadas temporales) conseguiré seguramente éxitos razonables. Me moveré en un mundo conocido, dentro de los mapas y, con bastante probabilidad (la certeza es sólo una ilusión vanidosa y paranoica) llegaré al puerto que busque.

Si me dedico, en cambio, al teatro experimental, a la creación de nuevos estilos, las perfomances y similares, el riesgo es muchísimo mayor: haré algo que no se ha probado, que el público no ha refrendado y para lo que, quizás, no estemos preparados ni ellas ni yo. La ventaja es que, en apariencia, no necesito prepararme demasiado. Siguiendo con la metáfora geográfica: Si voy a salirme de los mapas ¿para qué debería aprender a manejar una brújula o aprenderme los nombres de la islas?

Lo moderno, lo innovador o experimental, proporciona además el beneficio de la admiración al valor ajeno que los demás quizás me den de entrada, al margen del resultado y los aciertos que logre. Quizás por esta presunción de valor (que a veces sólo sea inconsciencia) y por el enorme atajo que supone ignorar cientos de años de conocimiento previo en dramaturgia, interpretación, sociología y todo lo que una actriz necesita para el ejercicio clásico de su oficio, el teatro más experimental se ha convertido demasiadas veces en el refugio de los menos esforzados.

Sin embargo, es cierto que quizás ahí esté el mayor mérito, en la creación... ¿No es más útil al arte y el mundo ser explorador que turista? Sí que lo es.

Por avivar un poco la controversia, aquí vengo yo a proponer una vía complementaria, un "plan de carrera" que podría atraer a algunos y que otros encontrarán equivocado: aprende las reglas de tu arte, estudia a los maestros (antiguos y modernos) que lo desarrollaron, que experimentaron, que arriesgaron y trabajaron para acumular conocimiento y sabiduría y dejártela encapsulada en libros o en la voz viva de tus profesores.

Conviértete a tu vez en maestra de lo tuyo. Y cuando estés ahí, cuando entiendas los esquemas, la lógica del teatro (supongo que esto vale para pintura y para todo), entonces, disponte a explorar. Salte de los mapas y explora: descubre nuevas formas de expresión, nuevos temas y enfoques, inventa técnicas. Muchas buscavidas se valen de la falta de criterio del público para ejecutar engendros basados sólo en el atrevimiento, deslumbrando a los neófitos con supuestas novedades (que además, cualquiera que haya visto teatro fuera del pueblo propio reconocerá como meras copias y remedos). Este camino que te propongo yo es mucho más largo que el suyo, claro, pero te salvarás de varios peligros.

El primero de todos es la catástrofe total: quien domina las técnicas y métodos de su arte puede crear hechos artísticos mediocres o regulares, pero difícilmente hará mierda (artísticamente hablando). Porque la sabiduría es una vacuna suficiente casi siempre.

El segundo peligro es que quien se va a explorara sin haberse leído los mapas, muy probablemente recorrerá islas ya conocidas por los demás. Dará paseos en balde cartografiando costas que ya estaban cartografiadas. Cometerá errores que hombres mejores que ella ya cometieron en el pasado.

El último es la banalidad. La falta de significado. El vacío de lo formal. Cuando una sabe esculpir y conoce los métodos que conducen a la elaboración de una estatua, puede cambiar técnicas, aplicarlas al revés, romper lo que crea que deba ser cambiado con un sentido de proyección en el infinito, continuando la labor de los que lo hicieron antes. Incorporándose a una cadena de acciones y reacciones que, como una buena obra de teatro, ya estaba aquí mucho antes de nuestra llegada. Cuando uno no sabe esculpir y se pone a juntar trozos de cosas y las pega con Loctite (sí, se escribe así, lo he mirado) se verá atrapado por los materiales: la escultura no estará bajo su control, será una forma azarosa que nos hablará más de las no-normas del caos y la entropía que del mensaje o sentido que su autor tuviera en su corazón.

Así le pasa a quien innova sin criterio, que no está preparado para lidiar con los problemas que encontrará y será mandado por ellos. No creará ella un cuadro, sino que la pintura se acomodará siguiendo las leyes de la física. En el teatro pasa lo mismo.

Así que estudiad, lechones y lechonas, aprended todo lo que debe ser aprendido sobre el arte de vuestra elección (el teatro es el mejor ;-) y cuando sepáis todo lo que pueda ser sabido, podréis olvidarlo y burlaros de las reglas clásicas con conocimiento de causa, innovando y creando como los grandes.

No os dejéis seducir por el lado tenebroso de la fuerza experimental. No, al menos, hasta que estéis preparados para llenar la forma de sentido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario