Toda escena teatral debería contener un conflicto. Si no, aunque cumpla una función estética o estructural dentro de la construcción dramática, tendrá poco interés y disipará el interés del público.
En el trabajo con la técnica Layton, y con el objetivo de preparar a las actrices para la vivencia de conflictos en escena, se simplifica la estructura básica de una escena a la siguiente estructura: hay un protagonista (que quiere cambiar el status quo, la situación de partida) y un antagonista (que se opone a ese cambio). A veces, además, uno o los dos personajes tienen también conflictos internos, que les hacen, al menos en cierta medida, tener razones para oponerse a la que es su postura inicial.
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Duelo a garrotazos (Goya) |